Porqué ir a Candamo?
Y vuelta a lo único! Es lunes. El lunes que antecede a mi retiro espiritual, qué no habrá quien deje de ver como un curro más. No lo es. Os juro por mi horno, o por mi honor, cómo mejor lo veáis, que no lo es. Vuelvo a la cueva de La Peña de Candamo No trabajo para el ayuntamiento; yo voy por la empresa que opta al concurso público. Nada me ata a ninguna administración y, sin embargo, tengo que contaros porqué deberíais venir a ver la caverna. No haré spoiler, qué resta emoción. Os cuento que, cuando uno llega al increíble Palacio de Valdés Bazán y entra en ese espacio tan astur, tan piedra y calor, y Mónica despliega sus alas y os lee un inmenso jeroglífico, lleno de animales y misterios con esa pedagogía qué otorga el amor por algo tan suyo, tan de Candamo como las fresas, haciéndolo tan simple como un abecedario, uno ya siente la necesidad imperiosa de entrar en la cueva con el mapa del tesoro tatuado en la neurona. Luego, arriba, in situ, cuando entramos, todo el mundo exclama "caramba!" "Cáspita!" "Córcholis!" (Traducción literal del "joder" "ostia" "no me jodas") Y luego llega el "Por Dios!"... No os puedo contar más porque rompemos el hechizo y, evidentemente, dejarían de pagarme por un trabajo que haría gratis (no se lo contéis a mi jefe). Deberíais venir a descubrir el principio, o quizás el medio tiempo, de todo. El legado transcendental de aquellos que pisaron hielo y cazaron venados y pintaron focas y puntos y toros y líneas para nosotros, y ... Venirse a Candamo. Mónica y yo, os esperamos con los brazos y los abrazos abiertos en ángulos de 180° y miles de historias qué contaros. Tenéis que reservar antes en la página del Ayuntamiento de Candamo porque hay número limitado de personas en cada visita.
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