Pesadilla antes de Navidad
Buenos días. San Viernes. San Viernes antes de Nochebuena. Hoy es día de curro, de carreras, de colas en el súper, de revisión de intendencias. Casi estoy por jurar que, salvo los que vienen o van "a mesa puesta", el resto andamos con cuadrantes pa encajar recados y supervivencia. Hoy much(e)s nos vamos a tener que saltar vinos prenavideños porque los relojes se niegan a pactar una reforma para ampliar la duración de las horas de 14:00 a 20:00 con 15 miserables minutos más. Y asi, con esta intransigencia por parte del sector "tiempo", no se puede. Estoy pensando seriamente en acudir a las instalaciones de la televisión autonómica y a golpe de cuchillo cebollero, con mi mejor delantal, interrumpir la emisión y acusar públicamente semejante afrenta. Qué se entere el mundo, hombre ya!
Luego, para ayudar a las farmacéuticas, en concreto al departamento de ansiolíticos, está esa necesidad, o mejor dicho, obligación de ser feliz durante este finde de Navidad. Hay que estar contento por cojones. Recibir con una sonrisa a todo el mundo, desearse cosas buenas y derrochar buenrollito, aunque te pille la hora de la cena recién salida del horno con el pavo bajo el brazo los pelos pegados al careto qué, afortunadamente, no te ha dado tiempo a maquillar (porque vaya mejunje!) y las uñas con restos del "verde calabacín" en combinación perfecta con motitas de "naranja zanahorias baby" recién torneadas. Y el resto medio chispi (o chispi enteros) riendo y comentando la buena temperatura y el ambientazo de las terrazas del barrio; ellos oliendo a Old Spice y ellas, con mechas recién puestas y la paleta de Esteé Lauder en todo el face to face. Algún valiente se atreverá a estrenar camisa o jersey. Bien, llegados a este punto, antes de hacer rehén al Rape o al cordero y montar un show con los GEO en el portal, dispuestos a liberar a vuestras amadas familias, os recuerdo qué el espíritu navideño no tiene nada qué ver con el Happy Flower de Isla Mauricio. Es más bien tiempo de treguas. No es, en absoluto, rebajar el tono del mensaje. Es el rendirse un poco ante la adversidad, sobre todo porque la adversidad ésta es producto de una tradición qué poco o nada tiene que ver con el intimismo y, mucho menos, con la oración. No creo que nadie consiga ser feliz con todos los suyos, qué tienen lo suyo, si no es negociando con los adolescentes unos cogollitos de maría y metiéndolos en los volovanes rellenos de ensaladilla; y, ojo, qué no estoy sugiriendo nada, a ver si vais a pensar que yo... Jajajajaja!!! Eso. Qué os deseo una Navidad llena de amor al prójimo, incluido el que nunca arrima el hombro. Qué no os atormentéis pensando en lo lejos que estáis de la felicidad impuesta, precisamente ahora. Insisto, es una tregua en toda regla. La auténtica Navidad está en las antípodas de la falsedad y la hipocresía. Cada uno que haga su examen de conciencia y si, al final, ve viable lo de sustituir los guisantes por cogollitos... Yo, ahí lo dejo. Como quiera qué os lo montéis, Feliz Navidad desde el corazón.
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