Lo bueno y lo otro
Muy buenos días. Último San Viernes del año. Nos deja Pelé y Benedicto XVI, amaga con ir a perderse el visillito pre-mamá de la Pedroche. Quédate Ratzinger, que esto promete. Vargas Llosa no va a salir vestido de esmoquin en la última exclusiva de la Preysler en el HOLA porque, al final, parece ser que añora su entorno familiar y Nobelesco. Y es que, llega un momento en la vida de todo escritor en el que tienes qué escoger entre los libros de cocina para fogones vírgenes de diseño o las historias de verdad qué nadie supo leer. Tampoco estarán esta nochevieja una cantidad de mujeres asesinadas, cuyo número no me atrevo a escribir. No brindaremos ni whatsapearemos mensajes cursis con amigos y familiares qué se bajaron de este tiovivo sin frenos llamado 2022. En Ucrania, poco cava se va a vender este finde y pocas risas se van a escuchar en unas trincheras travestidas en fosas comunes. Pero, el 2023, como cualquier adolescente cargado de hormonas en frenética danza, empuja impetuosamente la puerta deseando entrar. No sé qué pensáis hacer vosotros pero yo pienso cambiar la cara de espanto por la de "bienvenido". Voy a soltar el palo largo con el que algún humorista intenta abrirle la puerta desde bien lejos y sostendré el pomo en mi mano y, qué sea lo que Dios quiera. Lo mejor del 22, vosotros y mi verano en la Cueva de Candamo con las tribulaciones en FEVE incluidas. Mis nuevos amigos. Los viejos amigos. Mi Moni. Un gintonic a la sombra de un enorme roble una asfixiante tarde de Agosto. Las risas (pocas o muchas) qué nos hicimos juntos. La vuelta a casa de Gas. La vuelta a la vida de Marianne; y la de las mías. Una boda en un precioso palacio. Una comida aquí en casa con Pau y Pao. Mis sobris. Mi coro. Villancicos benéficos. Un paseo en Otoño con María y Troski. Un par de zascas por los que esperé años (está feo, lo sé). Cabranes. Un ratito con Lau en Les Regueres, qué supo a cotidiano, como si nos viéramos a diario. Pravia. Cova, Víctor, Pablo, Aurora... Me estoy dando cuenta de que la balanza ya se inclina mucho hacia "lo bueno" y tenemos "lo malo" en peligrosa suspensión. Y eso quiere decir qué lo negro, ópticamente, ocupa mucho espacio; mientras que lo azul cielo, ópticamente, apenas llena la retina. Con lo que, si le dais un par de vueltas al asunto, no tardaréis en daros cuenta de que lo bueno y lo otro, suelen venir mezclados y hay que saber distinguir lo uno de lo otro. Qué lo que haya de venir, será más fácil de llevar si tenemos con quién compartirlo y, qué si, además, cantas o silbas mientras estás en faena, ye como si te metieras un RedBull en vena. Venga, ese cava! Por las risas que prometo compartir!!! Feliz y venturoso 2023!! A vuestra salud!
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