Boom boom

Muy buenos días. Es lunes y vuelve una a tener qué vérselas con el despertador y el té verde. Hoy se cumplen 2 años del primer caso de COVID 19 en España, los rusos siguen mandando armas y soldados a Ucrania pero dicen que no nos preocupemos, qué están de maniobras y Nadal ha conseguido otro triunfo épico poniendo el nombre de España en lo más alto del mundo del deporte, del honor y de las ensaladeras. Menos mal. No lo digo por nada en concreto, en serio. Es que, el sábado quedé con mis amigos de forma virtual, claro,  que ya me habría gustado a mi estar compartiendo sofá y gintonics con todos ellos qué son lo más y con los que suelo desbarrar, indignarme, llorar y, con muchos de ellos, incluso cantar. Bueno, eso, que este año, por lo de las secuelas del confinamiento, creo yo, nos fuimos enganchando unos a otros al rollo este del Benidorm fest de los cuyons, y, por primera vez en muchos años, íbamos muy puestos en las canciones y grupos que se presentaban y, entre gala y gala, íbamos por la calle de la llorería, tarareando el papaparará de Varry Brava y seguimos  con nervios el resultado de las pcr del probe Gonzalo, enardecimos de cursilería con la Blanca Paloma y fuimos a muerte con las gallegas y la Rigoberta. Hicimos nuestras quinielas, votamos y nos quedamos con la misma cara de gilipollas qué el resto del pueblo demoscópico (concepto qué me encanta, por lo de misterio qué encierra). A ver, no es que tengamos 20 años y nos vaya el lunes en ello, no. Es mucho más grave. Partiendo de la base de los gustos de cada uno y de que existe una normativa que permite a cinco personas blindar la posición de cada participante, independientemente de lo que vote el resto del mundo, mi pregunta es: de entre todas las anodinas canciones e intérpretes qué se presentaron, qué impulsa a un ente público como RTVE a empoderar una canción como la ganadora?. Ahora diréis qué estoy envidiosa por no tener un boom boom qué haga que un dady me haga un zoom zoom y me pague un tanga de La Perla. Cierto. Estoy que me subo por las paredes. Lo malo es que tengo amigas en este oscuro mundo de la educación, qué se preguntaban ayer como van a defender un proyecto educativo qué lucha a brazo partido contra la lacra de la cosificación e hipersexualización de la mujer porque de ahí nacen fluidos pustulentos como la violencia de género, la discriminación sexual y un corto pero contundente collar de "bondades" en nuestra sociedad. Son unas histéricas, ya lo sé. Es que tampoco tienen un boom boom, pa tirar cohetes y ahora, amenazan con obligar a sus alumnos a hacer un análisis sintáctico de la canción de marras.  Luego está el tema de la puesta en escena. La del jurado, digo. Eligen a una youtuber muy conocida por la generación de mi hija, en absoluto sospechosa de pertenecer a círculos conservadores para vestir el evento de transparencia; a Olvido Alaska Pantene pa lo del toque nostálgico de los de la movida de los 80 y a Máxim Huerta pa dejarnos a todos tranquilos, sabiendo que no perdimos un gran ministro y que ganamos un títere de la casa. Hubo quien dijo que no pintaba nada una canción en gallego y hubo quien habló de lo inoportuno de la teta de Rigo. Me salto lo del spanglish de la ganadora y lo de su bonito loock, diseñado para sordomudos, qué diría mi hermano. Yo esto lo puntualizó por no entrar en discusiones de porteras, porque, en realidad, me importa un bledo quien vaya a Eurovision, lo que me importa es que mi gobierno no solo consienta, sino que alimente estos atentados contra la cordura. Y ya puestos a ser sinceros: qué pasa con los mensajes de las  cantadoras a las que votamos el demoscópico y yo? Dan miedito? Pues, señores del jurado:  El ocho de marzo, se va a poner una camiseta lila quien yo te diga. Yo, probablemente me ponga el dengue y la saya. Le quedan mucho mejor a mis boom boom

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