Autoconfitamiento

Buenas noches. Hoy es miércoles (aún) y toca crónica social; pero, el HOLA viene tan aburrido qué os la resumo en un pis pas:   cinco páginas con Mar Torres vestida de "haute couture" explicando por qué rompieron Froilan de todos los Santos y ella: básicamente porque eran muchos santos. Carlos Herrera y Lolita con sus respectivos arroces en lo de las recetas de cocina de la mano de los famosos. Unos sugestivos regalos pa las madres, cuyos hijos y parejas no estén en un ERTE y unas recetas, cortesía del departamento de cocina del HOLA, de diferentes tipos de galletas para los pobres que no lleguen a los Cagolina Heguega de las sugerencias para el "día de las mamis" pero se hayan hecho con un valioso kilo de harina. Ni siquiera sale Elsa Pataky en la playa con su tabla de Surf. Empieza a hacerse evidente la ausencia de vida social.
Luego, por otra parte, tenía una espina clavada que me estaba abrasando la glotis y, esta tarde, mientras esperaba turno en la carnicería del Alimerka, decidí qué había que sacarla, más que nada porque a ver si no puedo tener la herida suficientemente cicatrizada cuando vuelva a tomar sidra con mis amigos.
Desde que llegó este meteorito relleno de bombas racimo , de nombre Pandemia Covid-19 (bien feo el nombre, todo hay que decirlo),  se empezó a destilar cianuro en redes sociales, familiares y vecinales. Para esta mujer tan básica, resultó doloroso e incomprensible ver la colección de crestas y espolones Primavera-verano 2020. El desfile de personas a las que creía conocer, haciendo gala de sus "encantos ocultos" como catedráticos de epidemiología, economía y política, me hizo encogerme, esconder en mi caparazón la vergüenza ajena que empecé a sentir y, fue ahí cuando decidí  practicar el autoconfitamiento, qué consiste en prescindir de clases magistrales de cualquier color; de informativos oficiales y, por supuesto, de las "acertadísimas" interpretaciones. Me salí de chats dónde las estadísticas y sus estadistas empezaron a sustituir a los chistes, los "buenos días" y las pijadas que siempre compartimos y qué hacían de un martes las "24 horas chanantes". Dejé de profundizar en textos que llevan encabezamientos rollo "me vais a oír". Empecé a seleccionar a mis interlocutores, y me quedé con los que dejan en la zapatera sus ideas políticas y ponen encima de la mesa recetas de cocina, música y monográficos sobre los looks más elegantes de Carolina de Mónaco. A estas alturas de mi vida ni tengo que justificar mis ideales, ni pedir permiso a nadie para opinar lo que yo crea conveniente. Tampoco tengo intención de aleccionar ni adoctrinar a la humanidad. A mi me gusta mucho la policromía; de hecho, ya sabéis que casi ninguno de nuestro grupo votamos lo mismo. En estos días de autoaislamiento, me di cuenta de que el problema no viene de ningún gobierno (bueno, igual el chino tiene los deditos manchados). El problema es un coronavirus que mata personas, que es tan desconocido que ni  todos los listos del mundo son capaces de controlar. Muta no sé cuantas veces al mes. Los curados, parece que no son inmunes. Los sanos, puede que seamos asintomáticos, pero enfermos. La economía de las familias empieza a asfixiarnos porque no hay bolitas en un cajón, si no podemos abrirlo. El tema es tan gordo, que no hay país que no esté afectado o, mejor dicho, ínfectado. No es una cuestión política. Este gobierno, ha cometido errores terribles. No sé cuál es la otra opción porque no hay soluciones sobre el atril; sólo amenazas. De pronto, hay un montón de gente que quiere que salgamos a la calle porque nos están robando nuestras libertades; aunque no dicen nada de si van a salir ellos.  En fin, en medio de todo este infierno he encontrado una zona de confort, a salvo de conflictos absurdos y poco productivos. No estoy muerta, ni depresiva, ni enfadada. No soy gilipollas (bueno, igual, un poco); pero, sé qué hay muertos a espuertas y familias desoladas sin poder despedirles. Aplaudo cada día a las ocho de la tarde a todas esas personas que nos cuidan y qué enferman por cuidarnos, a los que consiguen llevar harina y todo lo demás al súper, a la que cobra, a los que limpian... A tanta y tanta gente... No sigo consignas de nadie(demasiado vieja para empezar a ser sumisa). Intento cuidarme y cuidar a los míos. Punto final. Siento que a alguien se le pueda borrar la sonrisa, que alguien se sienta decepcionado; pero... Esto es lo que hay. Yo, por si alivia algo el tema, voy a seguir sonriendo cada día un poco.

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