De vivos y muertos

Pérez Rubalcaba, decidió dejarnos ayer; cansó de tanto ictus y de tanta UCI y se largó por la puerta del jardín. Políticos de todos los colores y sabores, acompañaron a su familia en esos tristes momentos de "decir adiós" y la prensa está llena de fotos del, casi me atrevería a decir, evento. Cómo fan de los ceremoniales funerarios, creo que a razón del ambiente en torno a un féretro, se pueden adivinar muchas características de su inquilino. Si el finado no fue muy apreciado, en el caso de pertenecer a una escala social alta, se respira seriedad en protocolos estrictos y brevedad en las condolencias. Los "destacados", obligados a estar presentes, suelen transmitir impaciencia y cierta adicción a consultar la hora. Si el cadáver no tiene rango elevado, sencillamente, el velatorio se tiñe de austera soledad.
Luego está la gente que fue querida, apreciada, respetada... En esos casos, la pena se vuelve cariñosa, las lágrimas asoman prudentes y si se desbordan, lo hacen en silentes reguerillos, nunca en cascada; los abrazos vienen envueltos en sinceridad y surgen conversaciones llenas de recuerdos y sonrisas. Deduzco por lo visto, que D. Alfredo, fue uno de estos últimos tipos de individuo, porque, la flor y grana de esta España nuestra, se dió un garbeo lento, sin prisas, por el salón de los pasos perdidos ( por Dios,qué bonito nombre pa un salón!) del Congreso de los Diputados. Se abrazaron podemitas y populares, sociatas y comunistas, vascos y andaluces y, hasta jueces y reos. Nunca tuve cerca al muerto, ni siquiera en vida; pero, qué bonitas fotos, en las que, si no es por el ataúd, uno puede confundirse y pensar que se trata de una comida de antiguos alumnos de la misma facultad.
Sería bueno para todos que, de vez en cuando, dejaran de enseñar los dientes y se mostraran tal cómo son en realidad; porque la visión frente a frente de la muerte, algo tan vital como incierto, nos desnuda y nos descalza. Y, seamos realistas, hay mucho politic@ qué pierde mucho vestido.
Feliz sábado.

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